Los Ortega llegaron desde Salta hace tres días y desde entonces el ritual es el mismo: patrullar las calles en busca de revendedores. Son diez, entre padres, hijos y nietos. Como ellos, hay decenas de miles de argentinos que por la cercanía geográfica vinieron a esta ciudad para vivir por primera vez un Mundial.
Con suerte y pagando hasta 1000 dólares, algunos podrán sentarse en una butaca del Beira-Rio. De lo contrario, deambularán por las calles o deberán resignarse a ir al fan fest, un inmenso predio al aire libre montado por la Fifa en el que se baila, se bebe y se ven los partidos en pantalla gigante. Una particularidad que no se replica en otras sedes: el estadio y el fan fest están muy próximos, una situación que mantendrá en alerta máxima a la policía local, que espera a 100.000 argentinos.
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Sobre la avenida Borges de Medeiros, un brasileño logra reunir en menos de cinco minutos a diez argentinos. Les ofrece entradas a 1500 reales cada una. Unos 6000 pesos, aproximadamente. Pero sin los boletos a mano, el revendedor no logra cerrar un acuerdo.
- Continuemos en un bar o en mi oficina - dice, señalado uno edificio de arquitectura decadente, casi hecho pedazos, pero nadie accede.
En Río de Janeiro y en Belo Horizonte, muchos hinchas albicelestes que adquirieron entradas en la calle luego no pudieron ingresar al estadio por ser falsas. Ante la ola de versiones sobre el incremente de entradas falsas, ya hay argentinos que desistieron arriesgarse y poner en juego sus ahorros. Seguirán el partido desde la calle o en el fan fest. O, si el tiempo no ayuda, como está pronosticado, lo verán por televisión en el hotel o en algún bar del cinturón gastronómico que rodea la costanera.
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Traducción: traduzca.com
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